Venga finalmente ese matiz que Shakespeare no negaba a sus espectadores ni tratándose de una tragedia de las dimensiones de Hamlet: la picaresca. A falta del bufón Yorick que ya ha muerto, nos coloca Shakespeare junto a la imagen del rey a un pícaro rematado, retórico y servicial, un avecilla carroñera que no solo hace las veces de consejero sino que se pasea cómodo por los registros caricaturescos del divertimento palaciego, bienvenido Polonio a la escena.
Este hombre ya servía al rey Hamlet, hay que decir que fielmente y ahora se ha cambiado de casaca para servir a Claudio. Servicial hasta su muerte en cumplimiento de su celo, Polonio se contenta con su destino y con los beneficios que su servicio le ofrece. Conocedor del estado y sus vericuetos, se cuela por el hueco de una aguja y su principal preocupación es agradar a sus amos, permanecer en la estima y la confianza del poderoso. Pero Shakespeare nunca se queda tan corto y nos tiene preparada otra vida para este personaje, un mundo personal que lo justifica y motiva. Como es este el mundo que nos interesa por sobre todo, voy a caer en el de una vez. Polonio tiene familia y es su familia la verdadera causa de su existir. Es viudo y tiene dos hijos, a quienes ama y sobreprotege y a quienes quisiera ver en mejor posición futura. Les ha dado una esmerada educación, cortesana aunque no pertenezcan a la nobleza.
Polonio es un recogido en la casa, un recogido de honor que tiene muy bien merecidos sus favores. Es un padre obsesivo con sus crías, pues en ellas ve su trascendencia. Conocedor como es de los secretos del reino y del poder ya presiente el fatal desenlace, ve como un buitre la carroña podrida desde la altura de sus intereses y trabaja para posicionar a sus hijos en el nuevo orden. Ha instruido a Laertes en las artes del príncipe y lo ha entrenado para una vida en sociedad con sabios consejos, por otro lado ha preparado a su hija Ofelia, cuidadosamente, para un matrimonio ventajoso. Polonio no es noble pero tampoco es pobre y no ha escatimado en la educación de sus hijos. Estos han crecido en el ambiente de la casa, han jugado con el príncipe, son amigos. En fin, Polonio es como de la familia y a ella va encaminado su agradecimiento, o sea, su interés. Nuestro Polonio quiere subir y sus hijos están allí para lograr ese objetivo. Ha mandado a Laertes a Francia, allí estará a salvo hasta que sea la hora de dar el golpe de estado y debe casar a Ofelia con el príncipe Hamlet cuanto antes, después solo será cuestión de esperar. Todo lo tiene planeado nuestro amigo que mientras tanto se esmera cada vez más, exagera en el cumplimiento de sus deberes.
Hay algo que desconoce Polonio y es que cuando se vienen abajo los grandes, con ellos arrastran a todo cuanto los rodea, de manera que nuestro amigo no sobrevive a la lucha que se desencadena en el seno de la familia, sucumbe en ella al ser matado accidentalmente por Hamlet. Polonio es nuestro clásico oportunista acomodado, gusano político, el típico buitre de comparsa que espera que otros maten la presa para después comérsela, solo que esta vez se acercó demasiado rápido a la bestia aún viva y esta dio cuenta de él.
Reposa en paz, querido Polonio.