23/11/06

SOBRE LOS PERSONAJES

Yan Cott en su libro Shakespeare nuestro contemporáneo, escribe “El mejor de los montajes de Hamlet será quizás, el que logre ser mas contemporáneo y más Shakespereano al mismo tiempo”.
Y fundamenta su afirmación de un modo muy revelador para nosotros. Los personajes de Shakespeare están escritos, plasmados en su obra por los tiempos de los tiempos, se hayan atrapados en las circunstancias que el autor o su época, sería mejor decir, escogió para ellos. Es tan particular el tratamiento que da Shakespeare a sus seres y a sus situaciones, que estas sobrepujan el borde mismo de su contexto se lanzan hacia muchas direcciones en el tiempo, de modo que no nos es fácil comprender el teatro de Shakespeare en su totalidad y en muchas épocas ha sido considerado como un desastre dramatúrgico de insuperable belleza poética, pero sobre el cual nadie puede decir la última palabra.

Yan Cott nos avisa entonces del único modo en que podemos reconocer a Shakespeare y es a partir de nosotros mismos, de nuestro tiempo, es aquí y ahora que Shakespeare se clarifica, porque es en el presente donde único entendemos o percibimos la realidad desde su primordial esencia, la contradicción, la ambigüedad, la oposición, su inaprensibilidad y la franca oposición de sus fenómenos que escapan a cualquier espíritu historicista, a cualquier empeño racional o radical de ver el mundo, no se puede resumir la realidad sin amputarla como no se puede enmarcar a Shakespeare sin matarlo. Shakespeare es un fenómeno vivo que trasciende, simplemente porque supo captar y plasmar en su obra el caos de la naturaleza humana y de la sociedad y lo supo contrastar con las leyes morales que el hombre mismo se inventa para sobrevivir en comunidad, creando una dinámica tan realista que rompe el molde de cualquier pensamiento racional.

En fin, que es imposible ver, descubrir a Shakespeare como fenómeno vivo sin analogarnos, sin desenmascararnos y desenmascarar nuestro tiempo. Es entonces cuando Shakespeare, se trasforma en nuestra propia imagen, coincide y se hace claro en nuestros conflictos y nos ayuda a decodificar esa gran maquinaria política que rodea siempre al hombre en sus actos.

Cada nueva época, cada geografía, cada individuo descubre de nuevo a Hamlet, a Claudio, a Ofelia, a Gertrudis, a Laertes y a Fortimbras. Shakespeare nos donó el gráfico, los arquetipos, pero somos nosotros a quienes toca averiguar quienes son, cual es su mundo real y cual su destino y coherencia.


Ahora voy a referirme a los personajes y a los mundos que hemos encontrado sumergidos en nuestro presente y que Shakespeare nos ha ayudado a develar, voy a tratar de esbozar, de definir un poco a estos seres eternamente ángeles y demonios, sinceros y falsos, portadores de las razones mas elevadas del ser humano y ejecutores de los actos mas bárbaros de que es capaz su naturaleza, estos seres plenos de inocencia y culpabilidad, asesinos y víctimas, jueces y condenados y así sucesivamente la lista de valores opuestos continuaría hasta el infinito, sino conviniera saber que son en definitiva, humanos.

HAMLET

¿Quién es Hamlet?

Hamlet es el príncipe de una generación perdida en sí misma, dispersa por el mundo, autoexiliada. Una generación que vio truncos sus sueños, las formas de vida para las cuales fueron esmeradamente educados, el derrumbamiento del sistema que debía albergarlos y todos los valores humanos que debían persistir, la generación del relevo que debía llevar adelante esa sociedad, heredarla. Todos sus amigos han partido, renunciado, se han exiliado y viven de la nostalgia y de una pena que en el fondo tiene mucho de cobardía, han escogido la vergüenza al crimen, como decía Sastre en su obra Las Moscas.

Hamlet mismo ha partido, ha vivido fuera de su tierra, ha querido mantenerse alejado de un sistema que traiciona todos sus principios, pero está demasiado adherido al tronco y ha regresado. Ahora mira su mundo como un extranjero que no quiere tomar partido, ha sido destronado y en su lugar reina la corrupción y el caos. Sabe que luchar contra este orden de cosas con sus argumentos es inútil y no esta dispuesto a hacerlo en igualdad de términos para lo cual debería sufrir una transmutación de carácter, lo que sería peor que una renuncia, sería una traición a si mismo. Vemos a Hamlet con sus manos blancas, es en realidad un niño grande que no se ha ensuciado las manos con la realidad, vive todavía en Wittenberg, en el mundo de las ideas, pero la realidad lo golpea cada vez mas fuerte y tiene que tomar partido por ser o no ser, lo que para él significa, hacer o no hacer, llevar a cabo sus ideales a cualquier precio o sucumbir a la desidia y la inercia grosera de su tiempo.


Ya ha tomado partido, es un conspirador, un revoltoso, pero solo en el plano de las ideas, sus manos siguen limpias, sus guantes blancos, quiere transformar las mentes de sus semejantes, incitarlos a la acción, a la toma de conciencia de la gravedad del orden imperante para el espíritu y la salud de su país y choca de plano con el rostro muerto de sus semejantes, con el miedo, un miedo atroz que lo pudre todo. Ahora se da cuenta de que el problema no es ya hacer, sino qué hacer, para cambiar la realidad hay que ensuciarse las manos y alguien tiene que dar el ejemplo, el primer paso. Toma partido por desenmascarar los crímenes y los males de su mundo, pero reconoce que este está demasiado infecto por el miedo y la corrupción moral y que no puede hacer justicia de frente, pues el poder lo descubriría y lo destruiría antes de dar el primer paso. El problema ahora ya no es qué hacer, sino cómo hacerlo, y para esto Hamlet escoge el camino de su arte, el que mejor conoce, hacerse inofensivo mediante el recurso del arte de la locura. El debate es ahora una lucha por desenmascarar a Claudio, sus ideales lo guían por el camino de la justicia mientras que esa voz ancestral que es la sombra de su padre va descubriendo su propia naturaleza violenta, revolucionaria, que clama sangre por la sangre derramada. Descubre que todos están de una manera o de otra acomodados e inmersos en el sistema de Claudio, que viven de sus ventajas sin importarles nada más, y que lejos están sus contemporáneos de arriesgar a favor de un cambio.


El mundo está decididamente fuera de quicio y nuestro Hamlet se va transformando en un justiciero solitario al tiempo que empieza a ser perseguido, asediado, amenazado incitado a rebelar sus verdaderas intensiones, la causa de su locura. Sus manos se van clavando cada vez mas en el fango, ya ha matado en defensa propia a Ross y Guild, secuaces de Claudio encargados de su muerte. Pero mucho antes de esto, Hamlet ya ha intuido que su vida se irá en el empeño de restaurar el orden y hacer justicia por la muerte de su padre es un imposible que solo puede realizarse por medio de la venganza, la muerte de Claudio. Intuye Hamlet que está condenado y que solo queda un camino, hacia delante pase lo que pase. Ya no es mas el humanista graduado de Wittemberg, ha reconocido plenamente su lado salvaje y se sabe capaz de llegar a límites inhumanos. Ha probado la sangre. Nuestro Hamlet no aprueba sus métodos, pero ya no es él quien los escoge, es su situación. Su acción esta separada de sus ideas que van paralelas apuntando a Horacio en sus confesiones el gran sin sentido del mundo y cómo él mismo ha ido sucumbiendo a sus pasiones cosechando su propio destino. Hace ya rato que ha renunciado al amor de Ofelia, a quien realmente ama, pero a quien le convendría mas odiar, pues en este mundo de dobles intereses, no hay lugar para el amor puro y desinteresado y sabe que la arrastrará fatalmente en su caída.


Nuestro Hamlet bien podría convertirse en un monstruo peor que Claudio de no ser por su carácter distanciado que nos muestra en la acción de su venganza todas sus contradicciones. Ahora, hay algo muy particular en nuestro Hamlet, su acción, su venganza, no tiene lugar aun en la realidad de nuestro tiempo, es en gran medida una obsesión, una pesadilla, un ensayo de la tragedia, una simulación o en último caso, ella ya aconteció y retorna en la percepción del espectador para moverles el piso, pero también puede suceder que se lea como una visión de lo que está por ocurrir, de lo que se encuba en nuestros corazones y que irremediablemente estallará en algún momento. Por lo tanto, en nuestro caso, triste que sea el aceptarlo, es la historia de un resentimiento, de un deseo reprimido y en el peor de los casos, el delirio de un cuerpo social enfermo que se retuerce aun en el goce de su seguridad, en la sumisión absoluta al gran dios del miedo. Esto esta por debajo de nuestra historia porque, aunque no fuera un propósito nos sería imposible evitarlo.


De manera que llegados a este punto en que ya sabemos que toda la historia se desencadena provocando la muerte de todos sus protagonistas, se puede decir de Hamlet, como de todos los otros personajes de nuestra historia, que él también se ensaya, se entrena para ejecutar su papel en la tragedia que junto a sus compañeros de teatro han decidido montar para matar al miedo que siempre nos mata. No he querido, sin embargo, negarle a nuestro Hamlet la posibilidad del dialogo con ese otro joven ultrajado, que además de Laertes busca la venganza de su padre: Fortimbras. En nuestro contexto ubicamos a Fortimbras como el hijo de los antiguos dueños del país, que fueron desterrados en su tiempo por el padre de Hamlet en otra justa revolucionaria que si vio el triunfo y que tomó el poder absoluto. Este joven nacido en el extranjero y sobre quien ha caído el resentimiento de sus padres mantiene sitiada la nación en espera de una ocasión ventajosa para tomar lo que le fue arrebatado a su padre.


Esta espada pende sobre todos los actos del pueblo de Dinamarca y su monarca Claudio y también sobre Hamlet, quien de triunfar, tendría que arreglárselas con este otro viejo asunto. Fortimbras llega a la vida de Elsinor y de Hamlet, ya cuando todo está resuelto por la muerte, la guerra civil y solo tiene que levantar los cadáveres y proclamarse rey con todos los antiguos derechos. Nuestro Hamlet desprecia a este advenedizo oportunista pero en su mente moribunda comprende que no es más que otra vuelta del gran mecanismo que ha escogido a su nuevo títere y lo deja a su propio destino. Para nuestro Hamlet no hay vida mas allá, la sombra de su padre no es un fantasma que se le aparece, es la fuerza de su conciencia que lo fustiga para llevar a cabo sus designios y vencer al miedo de ser y obrar.


Hamlet reconoce en este mundo la vida y la única oportunidad del hombre sobre la tierra, por eso pide a Horacio, su amigo, que viva con coraje y que cuente su historia, para que sirva acaso de lección a generaciones venideras.


Nuestro Hamlet se trasciende en Horacio, siendo a mi parecer su principal conflicto la permanente lucha que hay en él entre el mundo de las ideas y el mundo de la realidad. Toma nuestro Hamlet partido por vivir como piensa y al tiempo no puede evitar pensar como vive.

CLAUDIO

Aunque todo en Shakespeare tenga la apariencia de la sencillez, no es posible tener una aproximación simplificadora a su obra, menos a Hamlet, donde cada personaje representa un mundo complejo. De esta manera se nos ha mostrado a la hora de analogar los personajes Shakespeareanos a nuestro entorno, a la hora de encontrarlos entre nosotros y darles vida. Por eso voy a aprovechar para hablar en el caso de Claudio desde el punto de vista del drama familiar, visión de la obra que no hemos negado en nuestra propuesta y que constituye entre todas la de mayor importancia e inmediatez, siendo como es la familia una molécula de toda la sociedad y en nuestro caso el mejor modo de ver el todo desde lo particular de la convivencia cotidiana.

Es en esta convivencia donde afloran todos los males que nos sacuden a diario, males heredados y otros que han devenido vicios de la costumbre y el quebrantamiento de las tradiciones. Es en la convivencia apretada de esta familia donde descubrimos la precariedad de los conflictos humanos de la obra, su animalidad y carácter primario y es la familia este centro que atrae y repele a los personajes de la historia en el decursar de la acción dramática. Es aquí, en la convivencia donde mejor los entendemos al fin y al cabo.


Dejemos, pues a Claudio, descubrirse ante nosotros. Aquí está latente la historia de dos hermanos: el primogénito Hamlet, a quien le es concedida toda la importancia como futuro heredero del trono y quien goza de una instrucción que lo conduce directamente hacia el buen desempeño de sus futuras responsabilidades de estado; y Claudio, hermano menor, que es puesto a un lado y dejado a su libre albedrío. Claudio envidia a su hermano desde muy temprano, pero también se adapta muy bien a su vida disipada, sin responsabilidades, al disfrute de su libertad. Su envidia es creciente como injustas son las causas que la provocaron y que son consecuencias de la discriminación de que fue victima. Esto creó en nuestro Claudio un deseo de grandeza sobremedido, pues no estaba acompañado de las aptitudes propias de su ambición. Esta relación entre hermanos deriva en lo personal al plano de los amores y así vemos que nuestro Claudio se ha enamorado perdidamente de Gertrudis, mujer de Hamlet, su hermano, y desea por todos los medios a su alcance poseerla. Tiene sobre su hermano una ventaja natural que lo ayuda y es la edad, mientras Hamlet envejece prematuramente producto de sus muchas responsabilidades de estado, Claudio seduce a la insatisfecha Gertrudis, atrayéndola con esta fuerza de un modo brutal. Creemos que este amorío ya existía antes del asesinato de Hamlet y que unido a la ambición de poder de nuestro Claudio, fue uno de los motivos principales de su acción. Claudio se casa con Gertrudis muerto Hamlet y destrona al joven Hamlet que debía seguir al viejo rey por sucesión natural.


Sin embargo Claudio no esta apto para gobernar y deja su reino al caos, sus medidas son arbitrarias y se concentra mas bien en el disfrute, el goce y la propagación de los vicios carnales que enmascaren en su pueblo y familia sus insuficiencias y emboten los razonamientos de sus conciudadanos. Teme nuestro Claudio progresivamente, y su corazón es un corazón acusador. No puede dormir, sufre constantemente a causa del miedo a ser asesinado. Teme de Hamlet, aunque lo subvalora y no lo cree capaz de tomar venganza ni de descubrir su crimen siquiera; teme de Laertes que crecerá y se convertirá en un peligro y teme de Fortimbras, quien promete vengarse contra el reino de Dinamarca representado en su persona. El gobierno se le sale de las manos, no cuenta con el apoyo del pueblo aunque todos fingen que si lo respaldan, pero sabe que se rumoran atrocidades sobre su persona.


Pero a quien mas teme Claudio que es el señor del miedo por excelencia y es quien mejor lo infunde en sus conciudadanos, es a la juventud. Es Claudio un hombre sumamente astuto, conocedor del mundo y sus vicios y no desconoce los vericuetos del alma humana. Es un excelente disimulador, experto actor y manipulador y maneja muy bien la demagogia. Nuestro Claudio es el símbolo de un soberano medieval, un hombre que gobierna basado en el abuso y los recursos mas primitivos de dopaje público. Es un fanfarrón y se cubre de todo aquello de lo que carece. Ha hecho de Dinamarca una prisión pero el vive preso en ella. Solo las orgías y Gertrudis distraen su atención perturbada.


Le gustaría deshacerse de Hamlet al primer indicio de descontento, pero no se lo permite su amor por Gertrudis y el afecto que Hamlet tiene en el pueblo que sospecharía de dos muertes consecutivas en tan poco tiempo. Claudio no sufre ni se arrepiente por la muerte de su hermano, solo que no resiste su presencia después de muerto y las consecuencias que le ha acarreado y que perturban sensiblemente su tranquilidad. El peso de esta carga insoportable lo hace buscar alivio en la religión sin ser en absoluto devoto pero termina revelándose contra la impotencia de esta actitud religiosa para curar sus males.


Termina aceptando su carga y asumiendo totalmente su papel de villano. Ahora volvamos nuevamente a la casa y la familia, ¿Quién es Claudio en este contexto? Pues no parece ser otro que el padrastro odioso, machista, que ha llegado para emporcarlo todo, que se burla de los hijos de la madre viuda denigrando con sus actitudes el decoro del hogar y cuyos vicios alcohólicos y sus efectos han hecho de la familia un desastre imposible de vivir. Se afirma en el embelesamiento y la permisibilidad de la mujer seducida para vilipendiar a cuantos hay alrededor, especialmente al hijastro con quien establece inmediatamente una relación de rivalidad. Este es el tipo, y puede parecernos solo eso, visto así, un tipo, pero con la ayuda de Shakespeare, estos tipos son siempre seres intrigantes y misteriosos, llenos de matices y vericuetos emocionales.


Desde el mismo momento en que sus instrumentos de seguridad y sus métodos le dan a Claudio la confirmación de que Hamlet está alerta de su crimen y a todas luces esta tramando su venganza, Claudio comienza una carrera ininterrumpida por asesinarlo de modo perspicaz, pero como remate de estas maquinaciones maquiavélicas Claudio es victima de su propio complot al resultar envenenando a Gertrudis y descubierto públicamente como un traidor por el joven Laertes. Finalmente, Claudio es asesinado por Hamlet. Es nuestro Claudio, dolor nos da decirlo, un tipo bastante común en nuestro ambiente y que nos brinda grandes y latentes referencias de desastres familiares, donde la muerte y la sangre corren sin reparos.


Nuestro Claudio es en esencia un tipo poseído por sus instintos animales, de hecho una especie de cerdo que ha visto la posibilidad de comer margaritas y la ha tomado con sus garras sucias, pero es sumamente interesante su proceso de humanización, donde este cerdo aprende y ensaya su comportamiento en sociedad, llegando a dominar tan bien la demagogia, que caso increíble, logra convencer a todos de su inteligencia y habilidades. Sus argucias llegan al grado de un refinamiento que no se adivinarían en un tipo de su carácter.


Claudio es un dictador y es verdugo y víctima de su propia maquinaria de poder.

OFELIA

Llegado el momento de los personajes femeninos en la obra de Shakespeare es bueno dar un pequeño bosquejo del tratamiento que tenían en época del autor. Lo primero es muy conocido: en el teatro Isabelino los personajes femeninos eran interpretados por actores. Los personajes como Ofelia, Julieta, etc, estaban a cargo de jóvenes actores con características andróginas, pero estos actores no deben considerarse solo un recurso para imitar las formalidades físicas femeninas, ellos eran virtuosos en su oficio y se especializaban en sus personajes de doncellas. Los personajes como Gertrudis, Lady Madbeth, etc, eran interpretados en su mayoría, vea usted, por actores cómicos maduros, sus ventajas las explicaré cuando hablemos de Gertrudis. ¿A que responde este tratamiento? Primero que nada a restricciones bien establecidas para las compañías, no hay que olvidar que los teatros corrían constantemente el peligro de ser destruidos por el poder de la iglesia al ser considerados una peste dentro de la sociedad, de aquí que los primeros teatros isabelinos hayan tenido sus edificios en las afueras de Londres a lo largo del río Tamis. Esto ya fue un gran paso de avance para los teatreros que antiguamente debían conformarse con viajar constantemente de pueblo en pueblo.
Esta claro que el reinado de Isabel ayudo a esta manifestación artística de modo particular, aunque no debe exagerase esta empatía como suele hacerse. Todo parece indicar que se convenió la no inclusión de mujeres en el repertorio para no acentuar la ya existente pugna con la iglesia. Por otro lado, no nos engañemos, en esa época no se pensaba en la mujer ni remotamente como en nuestros días, ni siquiera como en la restauración donde aparecieron las primeras actrices o divas de Shakespeare, aquí realmente ni los teatreros querían ni pensaban siquiera en mujeres de verdad para sus teatros, no era un obstáculo para ellos, mas bien todo lo contrario, si se tiene en cuenta cómo se hacia teatro en la época, las mujeres hubieran sido un problema en muchos sentidos. Aquello era cosa ruda, cosa de hombres y para hombres.

La moral de la época no contaba con la mujer como ser social, integrado al devenir histórico ni cultural, cosa paradójica si se tiene en cuenta que reinaba una mujer, pero véase que esta mujer tuvo que renunciar públicamente a su condición y convertirse en una especie de símbolo cristiano que la despojara de todas las amenazas de su naturaleza femenina ante el clero para convertirla en una venerada santa de las cruzadas. En el mismo Shakespeare se descubre esta aversión por el género, no creo necesario citar fragmentos de sus obras en las que la mujer era signo de perdición de grandes hombres, causa del delirio amoroso y del desenlace de pasiones fatales, serpientes insinuadoras de perfidias y traiciones o sumisas doncellas. Para Shakespeare la mujer joven parecía significar todavía pureza, castidad y sumisión, la mujer adulta ya era otra cosa muy distinta, ya en ella se habían encubado todos los males que pierden al hombre. Era el pensamiento generalizado y nuestro amigo no escapaba a ello; ahora no debemos creer por ello que al tratarlas en sus obras les negara complejidad e importancia dramática, en tanto que personajes vivos, los desarrollaba virtuosamente, pero al tiempo había un ocultamiento, un subdesarrollo escénico de las posibilidades de sus conflictos.
La mujer significa intimidad de los sentimientos y ya fuera por la interpretación masculina como por los citados tabúes, estos conflictos quedaban a la sombra, lo que no significa que ausentes, como si Shakespeare los hubiera insinuado para que se descubrieran y explotaran en épocas venideras. Son los personajes femeninos de Shakespeare en mi criterio los más misteriosos y seductores, precisamente por este ocultamiento de muchos de los rasgos de sus naturalezas. Y resultan estos personajes los mas difíciles de trabajar para una actriz contemporánea, acostumbrada a trabajar con personajes completamente dibujados. Aquí Shakespeare en mi criterio hace lo que la pintura Zen, el insinúa los personajes femeninos, su profundidad y su vivencia, o los muestra claramente en sus rasgos aceptados de victimas inocentes y jóvenes violadas o pérfidas matronas.Pero a lo vivo de la llaga, ¿Quién es nuestra Ofelia? ¿Cual es su papel en nuestro juego, en nuestra situación y nuestro tiempo particular? Ella como ningún otro personaje llega claramente, se traduce con facilidad, escoge sus motivaciones por si sola cuando la enfrentamos a esta época. Tengo que apuntar que esto sucede no por casualidad, no hay que olvidar que en Hamlet, Shakespeare nos muestra de manera desgarradora un conflicto generacional que es caro a todo tiempo y espacio y además, toma partido por los jóvenes, por el cambio, por la rebeldía en todas sus formas, en tanto que deja a los adultos aferrados a su destino como a un trozo de mástil de un barco que naufraga.
Yo siempre pensé en Ofelia, en Laertes, en Hamlet, incluso en Fortimbras, no como uno sino como muchos personajes con un drama común que se encarnan en un solo actor para expresarse. Así Ofelia es muchas Ofelias en nuestro contexto. Es la joven despierta que busca su felicidad en un mundo complejo, del que no es ajena en absoluto, lo que no le resta inocencia, pues sus objetivos son nobles, pero como todos es arrastrada por el vendaval de intereses mezquinos que superan su alcance y su visión del mundo. Es la hija de una familia recogida, que vive en una casa que no es propia, prestada, con todos los beneficios de la familia real pero solo en apariencia. Ha sido educada por su padre, que esta al servicio del dueño de turno y que por sobre todo trata de garantizar el futuro de sus hijos. Ofelia se enamora en esta casa de Hamlet, el príncipe y no parece que pudiera enamorarse de otro. De esta manera da riendas sueltas a su necesidad de amar y cumple con su condición que no le da el lujo de permitirse amar a cualquiera. Esta claro que ama en Hamlet al hombre y todo lo que este significa. En nuestra Ofelia esta condición dual no le es impuesta directamente por su padre o al menos es una condición contra la cual ella no opone ninguna resistencia, esta debidamente aceptada, enraizada en su educación. Ella sabe lo que quiere y parece haberlo conseguido cuando comienza el conflicto con Hamlet que se aleja de ella injustificadamente.
Nuestra Ofelia ha seducido a Hamlet y lo ha guardado para si, lo ha comprometido carnalmente, cosa que ignora o hace que ignora su padre, cuya principal preocupación no es ese hecho en si, sino que todo haya sido apresurado y en vano y quede su hija al final utilizada sin sacar ninguna prebenda. Nuestra Ofelia esta en esta lucha, no se niega el amor pero no aspira al amor de cualquiera, ha escogido a su hombre, a su príncipe y lucha por retenerlo cuando este se le escapa. Ofelia es en definitiva, la imagen de esta joven de nuestro entorno que poéticamente podemos comparar con una Penélope, que aspira a un amor imposible, lejano, inaccesible y que está dispuesta a sacrificarse con ese fin aunque sucumba en la eterna espera. Hay en ella la aspiración de volar lejos de su entorno, el cual la asfixia y la mutila, ser feliz, pero lejos, donde su padre y su hermano y su condición no la perturben. Su hermano ya ha viajado, esta afuera, en el extranjero y le cuenta aventuras maravillosas. Nuestra Ofelia no quiere el reinado de la casa, ella quiere la posibilidad de volar y para hacerlo necesita a Hamlet como su marido. Hamlet es también su libertad. En esta Ofelia la necesidad hace su aspiración máxima, la de conseguir lo que cree es su libertad. La contradicción fundamental de Ofelia esta precisamente entre su aspiración de libertad que ve vinculada a Hamlet y el mundo en que fue criada. ¿Cuál de los dos será más fuerte al final? Para el primero no está preparada, el segundo le queda chico.
Pero esencialmente el mundo de Ofelia, es el mundo de los afectos y en esa simpleza esta toda su maravilla, lo ve todo a través de este matiz: a su padre, a su hermano, a su amor y justo es decir que también a si misma. Un mundo de afectos en medio de un universo de maquinaciones, donde la realidad de los sentidos es sustituida por la fuerza de los intereses, las ambiciones, las venganzas, el poder, la traición. Su propio amor renuncia a ella enloquecido por algún motivo que escapa a su comprensión, mata a su padre y se enfrentará a su hermano en un duelo a muerte.
De pronto su imagen de afectos se ve invadida por acciones contradictorias que se almacenan en su espíritu como en un recipiente demasiado estrecho. Ha perdido todos sus afectos, su futuro y su pasado, en un abrir y cerrar de ojos. El espejo de su realidad se ha roto en mil pedazos incompatibles que se encajan en sus sentidos perforándola. Ya no comprende nada, su mundo compacto se ha fragmentado. Nuestra Ofelia no va a vivir en un mundo ajeno, frío y seco pues su elemento es el agua, la liquidez, lo que fluye, no lo árido, lo quebradizo y por esto decide partir sola en su última y mas importante alegoría: asume su muerte como una despersonalización, como un nacimiento de otro ser distinto del que era, como un viaje hacia lo desconocido donde todo es posible. Ofelia no puede cambiar su mundo, pero opta por cambiarse a si misma.
¿Ha encontrado al final, en este gesto su libertad? Nosotros no lo sabemos, pero ella cree que sí y para nuestra Ofelia el mundo de sus creencias es más fuerte y válido que el mundo de la realidad donde se considera una recogida, ave de paso, definitivamente en partida.

GERTRUDIS

Shakespeare se lucía cuando de personajes femeninos maduros se trataba, aquí está el ejemplo incandescente de lady Madbeth, personajes de gran fuerza en los que gustaba de mostrar toda la gama de rostros y matices de la naturaleza femenina en sus circunstancias trágicas. Y apunto ahora si, un particular en la interpretación de estos personajes en tiempos de Shakespeare. En estos roles se lucían actores cómicos de gran experiencia y versatilidad. El uso del falsete era muy frecuente, pero como esta voz impostada no era posible sostenerla por mucho tiempo, estos actores jugaban mostrando otros registros mas graves e incluso guturales, dándole a los personajes una inquietante fortaleza, transiciones bien marcadas que apuntaban muy bien el doble carácter de ángel y demonio que solía predominar en estos caracteres.
Shakespeare evidentemente se vio influenciado por esta forma de interpretación en el momento de escribir sus monólogos, dejando que aflorasen en ellos rasgos animales, cambios violentos y transiciones bruscas de un estado de ánimo a otro, cosa que podía permitirse gracias al virtuosismo de sus interpretes. En mi criterio se pueden notar en los personajes femeninos de esta clase un cierto aire de farsa trágica que aprovechamos en nuestra propuesta para caracterizar a Gertrudis. Este aire viene muy posiblemente de la interpretación que los cómicos hacían de sus roles, en los que el punto de vista crítico de actores y autor no era disimulado. Ahora bien, Gertrudis es uno de los personajes más misteriosos que podamos hallar en la obra Hamlet y este misterio esta dado fundamentalmente por su ambigüedad y por el ocultamiento de su acción interna dentro de la obra.
No podemos decir que en la obra de Shakespeare Gertrudis tenga un rol como el de Lady Madbeth, no es Gertrudis imponente, autoritaria, mas bien parece discurrir en un aire domestico bastante apacible, agarrada en un conflicto familiar donde su naturaleza de mujer se ve dividida entre el amor a su hijo y a su amante. Y aquí esta precisamente su ocultamiento, pues hay que ver a Gertrudis detrás de sus escenas, hay que descubrirla en sus silencios, en sus pocas pero precisas intervenciones, en la energía que derrocha desde su posición de segundo plano. Gertrudis opera sobre los otros de modos sutiles y ella misma preferiría no ser demasiado llamativa pues esconde una culpa que no desea salga a la palestra por ningún motivo. No nos da Shakespeare certezas en el caso de Gertrudis, bien pudo saber del asesinato de su esposo y fingir su desconocimiento, incluso ante el mismo Claudio, bien pudo estar en plena conspiración para ejecutar el asesinato, pero también pudo estar ausente a toda maquinación y haberse visto arrastrada por la seducción de Claudio, cosa para la que estaba bien predispuesta dadas sus necesidades de mujer insatisfecha, esposa de un anciano.
Nada nos deja Shakespeare en claro, todo lo contrario, cuando nos parece Gertrudis culpable, descubrimos su inocencia, cuando nos parece que maquina, descubrimos su ingenuidad, cuando se muestra fría percibimos con mayor fortaleza su pasión, cuando se muestra ajena a lo que sucede vemos inmediatamente sus redes extendidas. Es Gertrudis sencillamente un personaje atractivo y desorientador. Pero concentrémonos en nuestro trabajo, en el mundo que hemos descubierto para Gertrudis a partir del tratamiento de su soledad, de las escenas que nos ha sugerido la obra y que no están en ella. Aquí nos ha seducido una especial conciencia que posee Gertrudis y que se aleja de lo que tradicionalmente se conoce como saber, es una visión que esta entre este y la ignorancia.
Es una especie de poder de anticipación, de intuición sobrecogedora, de clarividencia de pasado y futuro que la invade y que forma parte de su carácter. Nuestra Gertrudis ve el desastre pero para evitarlo quizá tuviera que pasar por encima de su propia naturaleza y mutilarse en vida. Aquí nos llega el referente de la reina Isabel, dogmáticamente amputada de su feminidad para obedecer a las razones de estado. A nuestra Gertrudis se le impone una toma de partido por su papel de soberana que deberá no solo ostentar sino ejecutar, dadas las pocas habilidades de Claudio para este fin, pero es aquí también este personaje mas humano, pues no le es posible desprenderse de sus conflictos mundanos. Debe elegir entre Hamlet, su hijo y el bien del estado y su felicidad como mujer. Gertrudis no elige o elige el discurrir de las situaciones. Toma partido por el acontecer y es este acontecer el que la destruye, destruyendo todo el reino y se ve hecha realidad su profecía, su Apocalipsis. Y es nuestra Gertrudis una mujer de muchos rostros, un personaje que se rebela contra toda definición. Amaba a Claudio antes de ser asesinado el rey Hamlet, sabe de los manejos de su amante, reconoce los peligros de este estado de cosas y su influencia en Hamlet, su hijo y no hace nada por cambiar.
Gertrudis es un personaje típicamente carnal, la mujer que es arrasada por sus deseos. No deja nuestra Gertrudis de estar acosada por la presencia incriminadota de su anterior esposo, lucha contra esa culpa y la niega, se ciega y se ensordece. Gertrudis quiere una cosa por encima de todo: vivir y recuperar el tiempo perdido. Acepta vivir con Claudio, lo corona y lo mete en su lecho. Es nuestra Gertrudis una mujer enajenada de una realidad que ella mejor que nadie conoce y que no la va a detener. Su satisfacción esta por encima de todo, esta mas allá de ella, es atraída al lodazal a conciencia de que lo hace y le da placer.
La rebelión de Gertrudis es contra su pasado, su vida puritana, presa de la corona y de su marido. La mariposa ha salido del capullo y no encuentra freno. A mi se me hace que Gertrudis esconde todas las verdades, las niega al tiempo que las reconoce como ciertas. Su conflicto fundamental esta en la contradicción entre su deseo y su deber. Nuestra Gertrudis es una visionaria que aborrece su visión. El devenir por el que ha tomado partido la ha puesto frente a la decisión final de escoger entre su hijo y su amante. Escoge su muerte ante lo inevitable del desastre. Aquí lo dionisiaco ha triunfado sobre lo apolíneo.
Gertrudis muere en la embriaguez de su orgasmo y esa es su coherencia y su belleza.

POLONIO

Venga finalmente ese matiz que Shakespeare no negaba a sus espectadores ni tratándose de una tragedia de las dimensiones de Hamlet: la picaresca. A falta del bufón Yorick que ya ha muerto, nos coloca Shakespeare junto a la imagen del rey a un pícaro rematado, retórico y servicial, un avecilla carroñera que no solo hace las veces de consejero sino que se pasea cómodo por los registros caricaturescos del divertimento palaciego, bienvenido Polonio a la escena.

Este hombre ya servía al rey Hamlet, hay que decir que fielmente y ahora se ha cambiado de casaca para servir a Claudio. Servicial hasta su muerte en cumplimiento de su celo, Polonio se contenta con su destino y con los beneficios que su servicio le ofrece. Conocedor del estado y sus vericuetos, se cuela por el hueco de una aguja y su principal preocupación es agradar a sus amos, permanecer en la estima y la confianza del poderoso. Pero Shakespeare nunca se queda tan corto y nos tiene preparada otra vida para este personaje, un mundo personal que lo justifica y motiva. Como es este el mundo que nos interesa por sobre todo, voy a caer en el de una vez. Polonio tiene familia y es su familia la verdadera causa de su existir. Es viudo y tiene dos hijos, a quienes ama y sobreprotege y a quienes quisiera ver en mejor posición futura. Les ha dado una esmerada educación, cortesana aunque no pertenezcan a la nobleza.

Polonio es un recogido en la casa, un recogido de honor que tiene muy bien merecidos sus favores. Es un padre obsesivo con sus crías, pues en ellas ve su trascendencia. Conocedor como es de los secretos del reino y del poder ya presiente el fatal desenlace, ve como un buitre la carroña podrida desde la altura de sus intereses y trabaja para posicionar a sus hijos en el nuevo orden. Ha instruido a Laertes en las artes del príncipe y lo ha entrenado para una vida en sociedad con sabios consejos, por otro lado ha preparado a su hija Ofelia, cuidadosamente, para un matrimonio ventajoso. Polonio no es noble pero tampoco es pobre y no ha escatimado en la educación de sus hijos. Estos han crecido en el ambiente de la casa, han jugado con el príncipe, son amigos. En fin, Polonio es como de la familia y a ella va encaminado su agradecimiento, o sea, su interés. Nuestro Polonio quiere subir y sus hijos están allí para lograr ese objetivo. Ha mandado a Laertes a Francia, allí estará a salvo hasta que sea la hora de dar el golpe de estado y debe casar a Ofelia con el príncipe Hamlet cuanto antes, después solo será cuestión de esperar. Todo lo tiene planeado nuestro amigo que mientras tanto se esmera cada vez más, exagera en el cumplimiento de sus deberes.

Hay algo que desconoce Polonio y es que cuando se vienen abajo los grandes, con ellos arrastran a todo cuanto los rodea, de manera que nuestro amigo no sobrevive a la lucha que se desencadena en el seno de la familia, sucumbe en ella al ser matado accidentalmente por Hamlet. Polonio es nuestro clásico oportunista acomodado, gusano político, el típico buitre de comparsa que espera que otros maten la presa para después comérsela, solo que esta vez se acercó demasiado rápido a la bestia aún viva y esta dio cuenta de él.

Reposa en paz, querido Polonio.